Hallará aquí el lector 881 antropónimos que figuran en mi obra Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria. Un antropónimo es una denominación que sirve para designar a un ser humano individual o a una pluralidad de tales seres ligados por vínculos conyugales o de parentesco: un matrimonio, una fratría, un linaje. No caen bajo tal concepto las denominaciones de colectivos de cualquier otra índole (partidos, corporaciones, iglesias, etc).
Lo único que tienen en común quienes vienen referidos en esta nómina es que con ellos se cruzó la vida del autor --principalmente durante su juventud-- , de una manera o de otra: ya sea por contacto personal, o por lecturas, o por noticias indirectas o por haberlos nombrado en sus propios escritos (para bien o para mal).
No se trata de un mero índice o nomenclátor, sino de un glosario. El autor ofrece unas claves sobre el concepto que tiene de cada uno de los individuos y linajes mencionados en su autobiografía.
En la filosofía del lenguaje de nuestros días cabe discernir dos enfoques sobre los antropónimos --y, más en general, sobre los designadores de seres individuales: la visión monista y la visión dualista.
La visión monista --representada por Russell, Frege y L. Linsky-- considera que los antropónimos usuales, los nombres propios corrientes, son abreviaciones de descripciones definidas, o sea de locuciones que denotan a sendos individuos describiéndolos de un modo que les es particular y propio. Según esta teoría monista un nombre propio se entiende porque, expresándolo, se vehicula un concepto, compartido por los dos interlocutores. Entender un aserto sobre Lenin implica tener un concepto de quién era Lenin; ese concepto se desplegaría en una descripción que lo definiría como aquel hombre que realizó tales o cuales acciones (como la de ser el primer presidente del consejo de comisarios del pueblo de la república soviética rusa).
La teoría dualista de los designadores afirma, por el contrario, una dicotomía radical entre dos modos mutuamente irreducibles de designar: el de los nombres propios y el de las descripciones definidas. Un nombre propio denotaría a un individuo sin mediar nada, mientras que la descripción lo denotaría en tanto en cuanto se le apliquen con verdad --y con exclusividad-- las cualidades descritas.
¿Cómo se establecería --según la visión dualista-- esa denotación escueta, directa, monda y lironda del individuo por el nombre que lo designa? Gracias a un nexo causal, que encierra un componente de pura arbitrariedad, un acto de bautismo del individuo nombrado por el inventor del nombre; luego una cadena causal transmitiría ese nombre --junto con el vínculo de denominación en él incorporado-- a los sucesivos receptores y continuadores de una tradición denominativa.
Esa teoría dualista fue acuñada y puesta en circulación por Putnam y, sobre todo, por Kripke. Se ha convertido en la opinión preponderante en los círculos de la filosofía analítica; pero sus dificultades y su aire de misterio están haciendo levantar un poco cabeza a esbozos de teorías más cercanas al monismo.
El autor de estas páginas abraza la visión monista. No hay, a su juicio, designadores desnudos, sin contenido descriptivo alguno. Toda denominación se realiza por descripción. Mas el contenido descriptivo o conceptual asociado a un nombre es variable y flexible. Unas notas son más esenciales, otras más accidentales. Cuestión de grado.
Author(s): Lorenzo Peña
Edition: 1
Publisher: España roja, áurea y púrpura
Year: 2013
Language: Spanish
City: Madrid
Tags: anthroponims, nonrigid designators, naming, philosophy of language, Spanish politics